Por Jaime Cervantes Valdez/ Politólog en ciernes
Caminando por las calles de la ciudad, llegó a mis manos un panfleto propagandístico de una organización estudiantil de izquierda, que más allá del contenido y las reivindaciones que se plasmaban, algo llamó mi atención de forma negativa: Un discurso abarcaba todo el espacio de la hoja tamaño carta, tal discurso no era otra cosa que consignas trilladas, palabras vacías y propuestas repetidas sobre un problema constante; como adorno y única imagen el frio logotipo de la organización, todo enmarcado en un pesimismo desbordante de una lucha que pareciera que dan por perdida sin haberla iniciado. No soy publicista –afortunadamente- pero ¿Realmente pretenden ser leídos, y además convencer y adherir simpatizantes a su movimiento con una propaganda tan del siglo XVIII?
Los dirigentes de esta organización tendrían que ver la película de “NO” interpretada por el actor mexicano Gael García, y que relata la campaña publicitaria, y posterior triunfo del NO, en el plebiscito de 1988 en el que se decidía la permanencia o la continuación de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet en Chile. A los ojos de los militantes de izquierda, podrá parecer simplista y superfluo el tema de la comunicación estratégica, de la publicidad y del tan odiado marketing. Pero en un mundo saturado por la publicidad, con medios de comunicación omnipresentes, y aunados a una población en constante y mayor movimiento que hace 100 años, la relación comunicativa partido/organización-ciudadanía no puede seguir utilizando mismos métodos de comunicación –prensa escrita- que utilizó Lenin a principios de siglo, o por lo menos estos no debieran de ser los principales.
Volviendo al ejemplo del proceso chileno muy bien relatado en la mencionada película, más de uno con muy justa razón espetara que a 25 años de aquel histórico plebiscito, y a 24 de haber salido Pinochet del poder, la estructura política-jurídica y administrativa creada por la dictadura se mantiene intacta –ejemplo de ello la educación privada–, y que por lo tanto no ha habido un cambio real, sobre decir que tienen toda la razón, por eso me centro en el marketing como herramienta para el empoderamiento de los grupos políticos de izquierda. Los actos los dejo muy aparte, eso ya es cuestión de ideología, intereses, y objetivos de las organizaciones.
En aquella campaña a la que me he referido, se dejaron de lado los discursos teórico-conceptuales, el rencor fundado hacia la dictadura por todos los muertos, las ideologías enfrentadas tanto al interior de la coalición de partidos por el NO, así como hacía con el dictador en el poder, para centrarse en una campaña bajo un lema “la alegría ya viene”.
En 27 días que duraron las campañas, con acceso en cadena nacional a los medios de comunicación televisada por solo 15 minutos corridos a altas horas de la noche, y con todo el aparato de comunicación del Estado en contra, la opción del “NO” (a la continuación de la dictadura) logró en principio de cuentas motivar a un electorado que claramente desconfiaba de un plebiscito organizado por los militares, y en segundo término y más importante aún, logró convencer a la ciudadanía a votar sin miedo, sin rencores, y hacia un futuro sin Pinochet.
Así el plebiscito por el cual los militares pretendían solamente legitimarse ante la comunidad internacional, se convirtió en una poderosa arma para sin disparar una sola bala, sacar a los militares del palacio de La Moneda desde el que gobernaban. Y para esto, la publicidad, la imagen, la propuesta sintetizada y el discurso motivante fueron fundamentales.
Es indiscutible lo negativo para la historia de una sociedad dirigida, o teledirigida, por la imagen, la sociedad del homo videns lo llamó Giovanni Sartori; pero cierto es también que el peor error para los movimientos sociales, políticos y electorales principalmente de izquierda es el verse imposibilitados –por mérito propio- de trasmitir un mensaje a la población en primer término, y de convencer en el segundo. Quedando estos rebasados ya sea por organizaciones ciudadanas apéndices de los grupos empresariales, partidos políticos de anti-populares, hasta quedar extintos ante la vista del ciudadano común.