ASPIRANTES*: LAYIN, ¿EL
IMBATIBLE?
Cuando el 7 de junio del
2015 los conteos preliminares daban a Jaime Rodriguez “El Bronco” un triunfo
electoral de 22% (500,000 votos) sobre su más próximo competidor en las
elecciones para elegir gobernador de Nuevo León, las alarmas se encendieron. Un
candidato independiente había logrado romper el arraigado bipartidismo del
segundo estado más importante del país.
Y en Nayarit, las alarmas
no eran para menos, hacía un año Hilario Villanueva “Layín” sorpresivamente
había sido nuevamente elegido alcalde de San Blas como independiente y si sus ya
pretensiones sobre la gubernatura eran difusas y vagas, se volvieron reales, firmes
y sobre todo alcanzables con los sucesos de aquel estado del norte.
Cuestionable en todos los
sentidos desde incluso antes de ser alcalde por primer ocasión, Layin, como lo
conocen todos, ha logrado sortear cuanto obstáculo se le ha puesto, desde
gobernar sin ningún partido que lo postule, pasar por el en ocasiones agudo
escrutinio de medios nacionales e internacionales, hasta sobrepasar las leyes
electorales y subordinar al Congreso del Estado.
Pareciera que el fenómeno
Layin es imbatible, no importa cuánto se le señale y se le cuestione, ese personaje
que renació en el escándalo cuando en plena campaña para ser nuevamente elegido
como alcalde de San Blas confeso haber robado “poquito” en su administración
pasada crece día a día cada vez más, haciendo del escándalo y el gasto excesivo
su hoja de ruta rumbo a las elecciones del 2017 en la que muy seguramente buscara
ser gobernador.
¿Cómo explicar el
fenómeno? Lo más fácil es decir que ese pintoresco personaje de camisa azul con
pelo en pecho y abultado bigote representa los anhelos de cambio y más
precisamente el sentimiento hartazgo contra la clase política y los partidos
políticos que han dominado la escena. Algo contradictorio en ese carismático
alcalde pues es precisamente él quien representa lo más desdeñable de la clase
política en su propia persona.
Confiesa haber robado y no
poquito sino más de 20 millones de pesos según el órgano fiscalizador, reparte
dinero en bolo que ocasiones raspa con la humillación a los grupos más
vulnerables, hace de sus eventos proselitistas verdaderas fiestas populares
donde abunda el “traguito, el taquito y el ruidito” sin rendir cuentas de donde
sale el recurso para ellas, hace alarde de su machismo humillando públicamente
a una dama y por la cual la CNDH solicitó amonestación, reparte 25 mil botellas
de tequila en una de las entidades con más alcoholismo según el Consejo
Nacional contra las Adicciones pero pareciera que nada lo detiene, ni su
personalidad, ni su cuestionable administración en un municipio como San Blas
donde continua su población hundida en la pobreza y en el abandono.
Ideológicamente, Layin que pareciera
no recorrerse a ningún lado, se ha mantenido siempre cercano al poder ya sea como aliado, como
instrumento o como válvula de escape a cambio de inmunidad y favores, aunado a su discurso de lo más rustico y simplón en su forma y contenido, torna
difícil adentrarse en lo que piensa este personaje sobre temas claves, sobre su
plan de gobierno, sobre su postura frente a la administración actual o frente
al Estado mismo. Sólo hay una cuestión seguro respecto a su actuar: Layin está
buscando a toda costa, en una actitud populista, hacer de las clases más
vulnerables, desprotegidas, empobrecida, abandonadas y con menor nivel
académico su voto cautivo y duro para lograr ser gobernador.
Hilario Ramirez "Layin" saludando a Jaime Rodríguez "El bronco", gobernador de Nuevo León |
Pero comete un error
táctico, porque aunque él y algunos periodistas pretendan paralelizar el
fenómeno Layin con el de “El Bronco” de Nuevo León, las circunstancias son
diametralmente opuestas.
A diferencia del Layin, “El
Bronco” aún con sus mediáticos arrebatos de ranchero campirano tuvo una
formación política dentro del PRI de más de 34 años, fue alcalde de uno de los
municipios más importantes de Nuevo León con satisfactorios resultados en el
tema de seguridad pública por los que sufrió dos atentados sumado a su cuestionamiento directo a la corrupción de la administración de Medina, lograron afianzarle
la confianza y el apoyo de poderosos grupos empresariales que terminaron por financiar
su campaña política.
Pero sobre todo, El Bronco
utilizó un discurso contra un bipartidismo de centro-derecha (PAN-PRI) que había
gobernado Nuevo León desde hacía varias décadas en las que no supieron imponer
el estado de derecho sobre las organizaciones criminales que azotaban la
entidad y que tuvo su momento álgido con la muerte de 47 personas en el casino
Royale. Era, entonces, la seguridad pública la carta clave y probada de “El
Bronco”, y con la que se ganó el voto de dos sectores claves para ganar cualquier
elección: el voto de los jóvenes y el voto de la llamada clase media pensante.
Son precisamente estos
sectores –los jóvenes y la clase media- los que no solamente más alejados están
de Layin debido a su forma de hacer política, sino los que pudieran ser su
mayor dolor de cabeza en su camino al 2017, y ganarse estos sectores le será
difícil en estos momentos porque o nunca lo vieron, o lo dejaron de ver después
de su bochornoso festejo de cumpleaños, como la esperanza, como el cambio o si
quiera como un candidato netamente independiente.
Layin se equivoca de
estrategia al querer llegar en hombros de un sector de la población que si bien
gusta de sus discursos, de sus eventos, y de su cerveza, no gusta ni de
políticos, ni de campañas, y mucho menos de votar a menos que sea acarreado por
una maquinaria ya aceitada para que Layin tendrá los recursos pero, espero, no
el tiempo para conformarla.
Por: Jaime Cervantes, Politólogo
* Nota: Esta es la primera de una serie de artículos sobre los aspirantes a suceder a Roberto Sandoval en palacio de gobierno.