abril 03, 2008

UN CUENTO EN LA PREPA 13







Ojalá y no llegue azul con su puto reflector –dijo Jonathan sacando una cosita de su mochila, parecía un lápiz o un cigarro.

¿Verdá que caga eso? –continuó López sin quitar la vista de la cancha.

Bah –dije yo- si namás nos ha pasado eso una vez. Además todavía ni oscurece, wey.
Si, si. Pero caga –otra vez López, ahora maldiciendo al tipo que falló el tiro.

De golpe recordé quen vez destar de güebón al final de las gradas con mis cuates, debería estar haciendo examen de Física, el cual reprobaría seguramente; pero vale más un cero que un N.P. Pinches amistades, me dije para mis muy adentros.

Como siempre, si ellos no tenían clases o simplemente no querían entrar, me llamaban delante del maestro y me sacaban con el permiso del profe, obviamente mintiendo. ¿Y todo para qué? Para tenerme de bolsa en las gradas viendo un partido horrible de fut.

Pinches amistades – dije muy bajito.

¿Eh? – Preguntó López. Ya no repetí y él nomás ignoró.

De pronto una manchita blanca apareció allá desde las otras gradas.
El azul, ahí viene – pensé.

Pero la manchita creció y se convirtió en una luz color blanco Ace que me llegó a molestar. Muy potente la canija luz, me cegó y cuando me di cuenta de lo que pasaba, me vi solo en un inmenso lienzo -¿charro?- blanco sin colores ni olores, sin los arbolitos que rodean la canchota, ni los méndigos –tal vez mendigos- questaban jugando fut rápido –Por un momento me alegré porque hiba perdiendo mi equipo y había apostado treinta varos-.

Era una gran nada. Empecé a observar todo y rápidamente pensé: Idiota, no hay algo qué observar. En efecto, y me sentí triste y solitario, como buen poeta suicida. Deambulé durante lo que me pareció horas, sin llegar a algún lado o toparme con objeto alguno, nada. Nada; ene, a, de, a: NADA. Desesperado me hice bolita en el piso –que era las paredes, el cielo y todo- y me mojé todo en lágrimas. Pero así como todo se hizo blanco, así como nos dicen los domingos que es allá arriba con San Pedro resguardando cual doberman la mansión, de pronto todo volvió a ser normal, abruptamente llegaron los colores, las texturas y demás, solamente que más chistoso:

La nariz de judío que tiene Jonatán –que se enoja si no le dicen Yónatan; así, Yó-na-tan. Y el muy wey se apellida González Prieto.- creció tanto hasta convertirse en una nariz con patas y manos que absorbió a López con el orificio derecho.

¡Un pericazo de López! – gritaba Jonatanariz mientras danzaba al ritmo de unos tambores que nomás él oía.
¡Arre! – le seguía López adentro, retorciéndose de goce por estar lleno de moco verde que escurría de la narizota.

Abajo, los que hacen reta sentados detrás de la portería-entrada eran unos gorilotas güeros que lucían bien rudos. Pero nomás se rascaban los sobacos y se quitaban los piojos los unos a los otros. Muy monos los tipos, me cai. Y ni hablar del partido: el balón era una bola de carne verde.

-¡Ora pronobis cabrones! ¡Es palas hamburguesas! – gritaba a lo lejos el Don de la cooperativa.

Lo chido es que un equipo –ellos no eran monos- anotó un gol y para festejar se lanzaron en bolita al que hizo la hazaña y ya nadie los separó. Pinche orgía que se hizo. También los del equipo contrario se unieron al festejo. El Don de la cooperacha aprovechó para ir por el balón. Después vendería hamburguesas muy caras por tener “ingredientes secretos”.

Yo, veía toda la bendita escena desde arriba, porque volaba como angelito de calendario de dos pesos que ofrece algún mudo en el camión: con mis dos alitas atrás y mis dos bolitas adelante. Encuerado sentía el viento del casi anochecer pasar como seda de la India por mi parte cubrible no cubierta. Me dio frío.
Y ¡Guaaaak!

-¡Ora, pendejo! –gritó López. Lo había manchado de vómito. Caray, sentí el aroma de los huevos con chorizo que desayuné, solo que retorciéndose en jugos gástricos.

-Ya, wey. Te acabaste todo de un golpe- dijo Yó-na-tan speedy González entre carcajadas.

Abrí los ojos, no sé por qué pero los sentía rojísimos. Me dolía la cabeza y sentía que todo se movía y ahora experimentaba algo que empujaba hacia la garganta el bistec que comí. Además que me di cuenta que no había llorado, sino que el fluido salió de más abajo…

-¿Ves?, ¿Paqué le diste ese pinche churro que encontramos en el baño? ¡Ya me ensució el muy pendejo! – dijo López enojadísimo. Mientras, Yonatán Risas Locas González seguía carcajeándose.
Yo ni en cuenta, pero canté Oaxaca sobre López otra vez.



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