protesta contra el rasismo en Mexico 68
En mayo de ´68 los estudiantes tomaron las calles de París, en setiembre los tanques soviéticos invadíeron Praga y en octubre miles y miles de universitarios fueron aplastados por el Ejército mexicano en la Plaza de las Tres Culturas. La Matanza de Tlatelolco, aún hoy impune, no impidió que diez días después comenzaran en México los únicos Juegos Olímpicos celebrados en suelo latinoamericano. Estados Unidos fue allí en medio de su propio infierno. En marzo, sus soldados provocaron en Vietnam la masacre de My Lai. En abril fue asesinado Martin Luther King y en junio Robert Kennedy. También en abril fue asesinado Bobby Hutton, uno de los líderes de las Panteras Negras, a las que el director del FBI, Edgar Hoover, describió en setiembre como "la amenaza más seria para la seguridad interna de Estados Unidos". Los atletas negros querían acompañar las protestas raciales. Descartaron un boicot a los Juegos de México. Pero no un gesto. Avery Brundage, el presidente más conservador en la historia del Comité Olímpico Internacional (COI), sabía que en la Universidad de San José, en California, había atletas que escuchaban con atención las palabras del sociólogo Harry Edwards, fundador del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos (OPHR). Para disuadirlos, envió al mítico Jesse Owens, el héroe negro de los Juegos nazis de Berlín 36. Pero Tommie Smith y John Carlos no le hicieron caso. Y el 16 de octubre de 1968 protagonizaron el que aún hoy, cuarenta años después, es recordado como el acto más político en la historia de los Juegos Olímpicos. El podio del Black Power de México 68. La rebelión más célebre en la historia del deporte mundial.
Tommie Smith, cuyo padre llenaba sacos en las plantaciones de algodón de Texas para mantener a doce hijos, ganó los 200 metros de México 68 con un tiempo de 19s86, record mundial que duró once años. John Carlos, hijo de un zapatero del Harlem, llegó tercero. Tuvieron dos horas para decidir en el vestuario de qué modo subirían al podio. Carlos había olvidado sus guantes negros. Smith se calzó uno en su mano derecha y entregó el otro a Carlos, que se lo puso en la izquierda. Smith se colgó también una bufanda negra. Subieron al podio sin las zapatillas puestas. Y cuando comenzó a sonar el himno de Estados Unidos ambos bajaron las cabezas y levantaron el puño enguantado. Sólo un fotógrafo, John Dominis, de la revista Life, captó ese momento. Bajaron del podio en medio de silbidos y abucheos de los aficionados. "Mi mano derecha -dijo Smith a la prensa- se levantó por el poder de la América negra, la izquierda de Carlos por la unidad de la América negra. Juntas formaron el arco de unión y poder. Mi bufanda negra representó el orgullo negro y nuestras medias negras sin zapatillas a la pobreza negra de la América racista". La agencia Associated Press habló sin embargo de "saludo nazi" en el podio olímpico. Brundage, que había aceptado los saludos nazis en los podios de Berlín 36, no toleró el saludo del Black Power y ordenó que Smith y Carlos fueran expulsados de los Juegos. No les quitaron las medallas. Estados Unidos las necesitaba para aplastar a la Unión Soviética en el medallero. Pero fueron echados de por vida del movimiento olímpico. Al volver fueron acusados de "antipatriotas" y amenazados de muerte. Perdieron amigos, trabajo y esposa. La de Carlos se suicidó. Y la de Lewis se separó. Eran dos de los mejores atletas estadounidenses del momento. Pero quedaron sin contratos y sufrieron graves penurias económicas. Sólo con los años pudieron volver a a trabajar como docentes y entrenadores de atletismo.
Tuvieron que pasar décadas para que la rebeldía antipatriota pasara a ser interpretada como un gesto de coraje y dignidad. Lo mismo había ocurrido con Muhammad Alí, que en 1967 fue despojado de su corona mundial de boxeo y condenado a la cárcel por negarse a combatir en Vietnam, hasta que recibió un emotivo homenaje en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. La Universidad de San José se tomó 37 años para homenajear en 2005 a Smith y a Carlos con una estatua. Y en julio pasado, el canal ESPN entregó a ambos sus premios ESPY 2008 Arthur Ashe. Fue una ceremonia emocionante, dirigida por el actor Samuel Jackson y el NBA Steve Nash. Un video de ocho minutos mostró primero imágenes tremendas de represión policial y marchas del racista Ku-Kux-Klan para darle contexto histórico al reclamo negro. No todos celebraron. ESPN recibió numerosos mensajes de protesta. Y un artículo reaccionario del periodista Jonnah Goldberg en Los Angeles Times. Dijeron que homenajear a Smith y Carlos era celebrar a las Panteras Negras y su violencia. Aceptar la politización del deporte. Y que, en todo caso, hubiese sido más justo premiar a George Foreman, "un patriota" que en esos mismos Juegos de México celebró sus triunfos agitando una bandera de Estados Unidos. Algunos pidieron también similares gestos de protesta para los Juegos que se avecinaban en Pekín. Pero otros respondieron que Smith y Carlos fueron símbolos de una causa propia y que difícilmente un atleta de Estados Unidos podía pedir por el Tíbet sin mirar primero dentro de su propio país. En rigor, Kobe Bryant y sus compañeros son hijos de una generación que mira a su tarjeta de crédito y marca de zapatillas y casi no conoce a Smith y Carlos. Porque "también los republicanos compran Nike", se justificó una vez Michael Jordan. "Esclavos de 40 millones de dólares", los describe el título del fabuloso libro escrito en 2006 por el periodista del New York Times William C. Rhoden.
El recuerdo de México 68 desnudó que Smith y Carlos están peleados desde hace años. Escribieron sus propios libros ofreciendo versiones distintas de la historia (Carlos llegó a señalar que en esa carrera se dejó ganar por "Mister Smith"). Se adjudican cada uno la autoría de la protesta. Se llaman mentirosos. Y no aprobaron la realización de un filme por desacuerdos económicos. "Son como dos viejos que se pelean una hora antes de que cierre el bar", graficó Edwards, su mentor en los ´60. Paradójicamente, tanto la estatua de San José (que deja el segundo puesto del podio increíblemente vacío) como la premiación de ESPN excluyeron a Peter Norman, el australiano que salió segundo en esos 200m de México 68. Estudiante de Educación Física y miembro del Ejército de Salvación, fue Norman quien sugirió a Smith y Carlos que subieran al podio con un guante cada uno. Y pidió un distintivo de OPHR para acompañar la protesta en esa postal inolvidable. El gesto le significó también a él críticas y marginación al volver a Australia. Lo dejaron afuera de los Juegos de Munich 72. Y ni siquiera fue invitado a llevar al menos la antorcha en los Juegos de Sydney 2000. Una gangrena lo postró a una silla de ruedas. Superó tres años de depresión extrema y alcoholismo. Y murió en 2006, dos días antes de viajar a Estados Unidos para presentar el documental Salute, de su sobrino Matt Norman. Smith y Carlos llevaron su cajón en el entierro. Matt Norman les pagó el pasaje, incluyendo primera clase y boleto para la esposa de Smith. Matt Norman, padre de cuatro hijos, vendió su vivienda para terminar el documental de México 68. Smith y Carlos coinciden allí en decir que Peter Norman fue su "hermano" desde entonces. Y Peter Norman cuenta que no está orgulloso de haber quebrado el reglamento con su gesto. Pero dice que igual lo volvería a hacer. Muchos australianos lloraron al ver el documental sobre un hombre del que no sabían casi nada y que, en el cierre del trabajo, pide simplemente que lo recuerden "como un viejito interesante". Fue un hombre que, en México 68, acompañó a otros dos no en una mera protesta política. Sino en un gesto silencioso, pero de enorme dignidad humana.