Un fantasma recorre los pasillos
del Congreso de la Unión, es el fantasma del presidencialismo rapante. Más allá
de las cuestiones positivas o negativas y,
de los intereses que afecta o privilegia la iniciativa de reforma a la
Ley Federal del Trabajo, lo que aquí nos interesa, es el visualizar la
correlación de fuerzas entre los poderes Ejecutivo y legislativo, y como esa
dinámica influye enormemente en la votación de la Reforma Laboral.
Una las características mas
representativas del régimen priista del siglo pasado, era precisamente el
sistema de gobierno presidencialista, un sistema que muchos creíamos que
empezaba a morir en 1997, cuando el PRI perdió el control de la Cámara de
Diputados y se hacia indispensable la
negociación entre las fuerzas políticas para lograr acuerdos. En si, el Poder
Legislativo funcionando como tal, en una relativa autonomía y vida propia, no
tiene más de 15 años -5 legislaturas-, en las cuales la fuerza política del
parlamento ha quedado palpable, vimos como ya no eran automáticamente aprobadas
integra o parcialmente todas las iniciativas enviadas por el ejecutivo federal;
observamos, por ejemplo, a Vicente Fox reprendiendo a los diputados cuando
estos no aprobaron la propuesta de IVA en alimentos y medicinas, o cuando en el
año 2005 fueron tantas las modificaciones al presupuesto federal 2006, que el
presidente utilizo la herramienta del veto para frenar la aplicación de dicho
presupuesto, de hecho en total fueron 11 las ocasiones que el Presidente
utilizo esa facultad durante su sexenio.
También observamos a Felipe Calderón en cadena nacional “felicitando” de
forma obligada a los diputados y Senadores por la aprobación de la Reforma
Energética, aún a pesar de que ya no era la iniciativa enviada por Calderón,
sino una reforma completamente nueva y relativamente consensada entre las
fuerzas políticas y la sociedad civil, lo anterior a consecuencia de la presión
social sobre el tema.
La inexistencia de un partido político con mayoría
absoluta en la Cámara de Diputados, o que el partido del presidente no tuviera
siquiera la primera minoría parlamentaria, alentaron por necesidad el
fortalecimiento del Congreso de la Unión; y aunque las deficiencias eran
extensas, y el fantasma del presidencialismo omnipotente siempre estuvo
presente, el continúo fortalecimiento de las cámaras legislativas era palpable.
Pero en esta legislatura, y con
el regreso al PRI a los Pinos con un presidente educado con las viejas
practicas presidencialistas –que hizo patente durante su mandato como
gobernador de EdoMéx- pareciera que se esta dando una involución legislativa, que en esta correlación de fuerzas entre el
presidente y el congreso, es nuevamente el presidente el que se impone sin
mucha resistencia del parlamento.
La Reforma Laboral, inaugura la iniciativa preferente que se incorporó
en la reciente reforma política, está es una herramienta de control por parte del ejecutivo hacia el parlamento
que fue creada para acelerar la revisión (60 días) y eventual aprobación en el
Congreso de las propuestas del Presidente, creada para evitar que los temas
importantes para el presidente sean archivados en la “congeladora. Pero la
iniciativa preferente dictada desde Palacio Nacional, por su misma naturaleza
presidencialista y autoritaria anula el debate parlamentario, apresura las
decisiones y no permite las discrepancias entre el Senado y la Cámara de
Diputados, para poder así cumplir en tiempo los 60 días o menos que obliga esa disposición.
Si bien el Presidente utilizó la acción
de iniciática preferente para obligar al congreso a discutir obligado y rápidamente
el tema laboral, para su aprobación recurrió
a las debilidades que ha acarreado el parlamentarismo mexicano a lo largo de su
historia, como lo son la falta de claridad
en el reglamento interno para el buen funcionamiento del congreso que dificultan su tarea, ya que o no existen
reglas para algunos casos en especifico o, las existentes son tan confusas que
son aprovechadas maliciosamente por los parlamentarios para beneficios de un
grupo en especial, casos concretos fueron precisamente la falta de reglamentación
sobre la iniciativa preferente, o la distribución de las comisiones
legislativas, e inclusive el sentido de las abstenciones en las votaciones.
Otra de las debilidades, es la inexperiencia de los legisladores en sus
funciones, la iniciativa de reforma fue enviada con ventaja y alevosía el
primer día, del primer periodo, del primer año de la legislatura entrante, para
así aprovechar la confusión e
inexperiencia de la mayoría de los recién estrenados diputados, tal como
sucede cada inicio de una nueva legislatura. Esto debido a que México es, junto
con Costa Rica, de las únicas 2 naciones en América que no contempla la reelección consecutiva de sus legisladores,
y aunque existen mecanismos para darle verdadera continuidad y experiencia
constante a los trabajos legislativos sin la reelección, como lo es la
renovación fraccionada del congreso, esta tampoco se da en nuestro país. Las
anteriores son dos acciones que harían de nuestro parlamento, un parlamento
fuerte y continuo, necesario para el funcionamiento correcto de las
instituciones nacionales.
Las “discusiones y votaciones” de
la iniciativa de reforma laboral, también nos mostraron los vicios de la
política mexicana, bancadas parlamentarias
débiles y sin cohesión, donde pesan mas los interés particulares, o de los poderes
facticos, que los intereses partidarios, populares e ideológicos.
Observamos por ejemplo, diputados panistas absteniéndose de votar, o votando en contra, de iniciativas de su propio partido; a legisladores perredistas votando en desunión –inclusive la mitad de la bancada se salió de la sala de plenos- que no es otra cosa, sino el síntoma de partidos débiles e ideológicamente extraviados, que da como resultado un congreso vulnerable a intromisiones de grupos de poder externos que pudieran cooptar consciencias. Imaginemos, si los partidos no tuvieron capacidad de disciplinar a sus diputados en una cuestión tan estratégica e ideológicamente cargada como lo es la REFORMA LABORAL ¿Qué pasara con otras reformas, o iniciativas menores, pero operativas, y con fuertes interés privados (Ley Televisa)?.
Observamos por ejemplo, diputados panistas absteniéndose de votar, o votando en contra, de iniciativas de su propio partido; a legisladores perredistas votando en desunión –inclusive la mitad de la bancada se salió de la sala de plenos- que no es otra cosa, sino el síntoma de partidos débiles e ideológicamente extraviados, que da como resultado un congreso vulnerable a intromisiones de grupos de poder externos que pudieran cooptar consciencias. Imaginemos, si los partidos no tuvieron capacidad de disciplinar a sus diputados en una cuestión tan estratégica e ideológicamente cargada como lo es la REFORMA LABORAL ¿Qué pasara con otras reformas, o iniciativas menores, pero operativas, y con fuertes interés privados (Ley Televisa)?.
Otra de las fallas del Congreso
de la Unión es el hacerse de oídos sordos
ante los ciudadanos. Los pequeños logros dados en esta cuestión,
principalmente durante el análisis de la Reforma Electoral en cuestión de
Medios de Comunicación –en la que se dio voz a los concesionarios y artistas de
las televisoras-, o en la Reforma Energética donde se realizaron 60 días de
foros temáticos de discusión sobre el tema, ya no se dieron en estas
discusiones -posiblemente por los
tiempos limitados- de la Reforma
Laboral, en las puertas de las cámaras se quedaron esperando los sindicados de
la UNT, los sindicatos independientes, las organización civiles, las cámaras de
comercio, los economistas, los abogados, los trabajadores; que hacen de esta
reforma, una reforma a la antigua, de las que se imponen de arriba hacia abajo
sin ser construidas de abajo hacia arriba.
Pareciera que el fantasma
presidencialista ha vuelto a la vida, tener
un congreso dominado por el mismo partido en el que milita el Presidente de la
Republica no es un sinónimo de avance, podrá ser un sinónimo de gobernabilidad,
pero una gobernabilidad a un costo muy alto. La iniciativa de Reforma Laboral
enviada por Felipe Calderón y aprobada por el Priismo en la cámara de diputados
no es por la buena voluntad del PRI hacia Calderón, ya que esa reforma por 12
años la desaprobaron una y otra vez.
La aprobación de esta reforma es,
abierta y cínicamente, un acuerdo entre los presidentes entrante y saliente; y
mientras el congreso sea equivalente a
debilidad y sumisión política, seguiremos leyendo y escuchando las
declaraciones de los coordinadores parlamentarios en la tónica de pedirle autorización
no al pueblo –quien los eligió- si no a Peña Nieto para aprobar la alguna iniciativa legislativa, o inclusive
laboral de facto como voceros del presidente.
De continuar en esta dinámica, no
esperamos mucho del congreso, porque tendremos unas cámaras de diputados y
senadores inactivas, a la expectativa de lo que dicten desde Los Pinos, sin
iniciativa propia, con reformas estructurales sin consenso, en fin, con pasos
en retroceso buscando restaurar el presidencialismo que creíamos muerto, o por
lo menos moribundo.