noviembre 24, 2014

#AYOTZINAPA, PUNTO DE QUIEBRE.



#AYOTZINAPA, PUNTO DE QUIEBRE.



Por: Jaime Cervantes Valdez/ Estudiante Ciencia Política UAN.

En un país acostumbrado a los muertos, las masacres y la represión, resulta difícil creer que acontecimientos como los de Iguala, Guerrero aquel 26 de septiembre pudieran provocar un punto de quiebre en nuestro régimen político. Sucesos como los de aquella noche han ocurrido en México en bastantes ocasiones y en diferentes épocas, pero ¿Qué hace diferente este suceso de los demás?

El contexto y los actores: un atentado en plena democracia, contra estudiantes de una normal rural como la de Ayotzinapa -de donde emergieron guerrilleros como Lucio Cabañas-, donde el autor intelectual fue un alcalde emanado de la izquierda, los perpretadores fueron narcotraficantes coludidos con las fuerzas policiales, y los cómplices por omisión fueron un gobernador elegido también desde la izquierda y un presidente que por estrategia meramente electoral se mantuvo al margen en los momentos cruciales después de los hechos. Estas características inusuales, han provocado que desde la latencia, nuevamente haya surgido un movimiento social que le apuesta a cambios profundos en México, con la característica que es un movimiento netamente ciudadano donde ni los partidos, ni los sindicatos han tenido peso preponderante, sino que han sido organizaciones de la sociedad civil, colectivos y suma de individualidades lo que lo componen.

A la par del clamor de la presentación con vida de los 43 normalistas, se ha sumado la exigencia de la renuncia de Enrique Peña Nieto, que no es una exigencia cualquiera, es una exigencia real de los dos sectores de la sociedad que conforman el grueso de las protestas de los últimos dos meses: la pujante clase media y los jóvenes universitarios.  

Que sean estos los dos sectores sociales que más protestan no es de extrañarse, fueron ellos los que en menor medida votaron por el PRI en el 2012 y a la vez son los más golpeados por las medidas gubernamentales de los últimos dos años. Aumento de desempleo en jóvenes egresados de las universidades, escalada de aumentos en los impuestos para pequeños y medianos comerciantes, el no descenso de la inseguridad, el aumento en el precio del combustible, el aumento de la corrupción y los beneficios que nomás no se vislumbran producto de las reformas estructurales son problemáticas que han ido creciendo, hasta que sucesos como los de los estudiantes de Ayotzinapa,  provocaron que estallaran en protestas sociales en las que confluyeron una inmensa diversidad de reivindicaciones locales, nacionales e internacionales. Pero además, las protestas de las que hoy somos testigos, no nacieron de la nada, estas tienen como base las redes anteriormente creadas en movimientos como el #YoSoy132, la defensa de Wirikuta, La otra campaña, entre otras.

La serie de protestas sociales, en ocasiones pacíficas y en ocasiones violentas, que hemos visto crecer de forma exponencial, en cantidad y magnitud, desde el 2006, no son otra cosa más que la muestra el desgaste del sistema político en que vivimos y en la que los partidos políticos ya no son representativos de las demandas ciudadanas. La sociedad mexicana cada día más organizada, politizada, formada y comunicada gracias en buena medida a las nuevas tecnologías de la información ha estirado al límite la capacidad del estado, como prueba los sucesos acontecidos principalmente desde el 2012.

El movimiento social que hoy vivimos, sin lugar a dudas entrará en estado de latencia en unas semanas más sea cual sea el resultado, pero eso no significa que desaparezca por completo, sino que volverá a resurgir en el futuro ante una situación similar, con más experiencia, con más redes y con más capacidad política y de convocatoria.

Ante este escenario, el Estado Mexicano tiene dos opciones, la primera es la ya implementada campaña de miedo para desactivar la pujante pero a la vez siempre temerosa clase media que en momentos en que su patrimonio se pone en peligro recula, pero que tiende a organizarse en el futuro. Y la segunda, por demás necesaria y urgente, es una verdadera reforma del Estado en la que se tome realmente en cuenta a la ciudadanía con espacios para que está proponga y decida: verdaderas consultas ciudadanas, plebiscito, revocación de mandato, presupuesto participativo, candidaturas ciudadanas, flexibilización del sistema de partidos, contraloría ciudadana, reforma a la comisión de derechos humanos, entre otras más. De no darse esta válvula de escape, como si lo hizo Reyes Heroles en 1977, no nos sorprendamos de ver en el futuro un verdadero estado fallido.

Sea cual sea el resultado, los sucesos de Ayotzinapa, marcan un antes y un después en los movimientos sociales, en la organización ciudadana, y en la relación de ésta con el sistema y la clase política.


Pdt: En el microuniverso de la UAN también hubo movimientos, pero eso lo abordó en la siguiente entrega.  



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