mayo 16, 2013

EL RÉGIMEN SIRIO QUE SE MANTIENE





EL RÉGIMEN QUE SE MANTIENE
Conflicto sirio, futuro incierto.

Por Jaime Cervantes Valdez




El actual régimen sirio de Bashar Al-Assad es un tanto atípico en la región. Al momento en que existe una dictadura de facto, se mantiene una parcial libertad partidista, con la existencia de 7 partidos políticos aglutinados en el Frente Nacional Progresista que se disputan el control del Parlamento; de igual forma, aunque existen elecciones periódicas, la familia Al-Assad ha mantenido la presidencia desde 1971. Es un país con una población mayoritariamente musulmana, pero donde la libertad religiosa está plenamente garantizada por el Estado. Se dice Socialista pero la propiedad privada es pilar fundamental del Sistema. En la Geopolítica Siria ha servido como fiel de la balanza entre los países árabes que repudian la presencia de Israel en el Medio Oriente y, los que si bien no aplauden, toleran su presencia. Ha sido puente entre oriente y occidente.

En síntesis, hasta hace 2 años, en Siria se vivía una relativa paz y prosperidad con estándares de vida superior a los de la región y con una gobernabilidad estable. Lo que sucedió después ya lo sabemos, Siria sufrió las consecuencias desencadenantes de la llamada “Primavera Árabe” que en el año 2011 dio como resultado el derrocamiento de los dictadores de Túnez, Egipto, Libia y Yemen, así como cambios sustanciales en 7 países más.

A dos años de aquel abrupto proceso, que en un principio pudo haber sido un legítimo, autónomo y espontaneo estallido social contra los regímenes dictatoriales que prevalecen en la región, no se puede negar la injerencia de los países occidentales que brindaron el apoyo necesario para que los movimientos pudiesen triunfar políticamente en Egipto, Túnez y Yemen, así como militarmente en Libia primero y ahora en Siria. Quizás occidente así buscaba aislar a Irán y Palestina de sus aliados naturales, pero sin la necesidad de intervenir militarmente como lo había hecho en Irak y Afganistán de donde salió política y económicamente desgastado. 

Pero a diferencia de estos 4 países donde las protestas rápidamente surgieron efectos, en Siria ha sido tardado, se evolucionó de la protesta pacífica en las calles, a las acciones militares en una verdadera guerra civil que ha dejado como saldo 70,000 muertos según organismos internacionales.  

Aquí cabe preguntarnos, ¿Cuál ha sido el resultado para el occidente de los nuevos regímenes nacidos de la primavera árabe y que podríamos esperar de Siria si la oposición llegase a triunfar? 

Mientras que en Egipto resultó triunfante de las primeras elecciones presidenciales, Mohamed Morsi, postulado por el ortodoxo e islámico “Partido Libertad y Justicia” que contiene  una clara tendencia regionalista y que ya en el gobierno se ha distanciado de los intereses europeos y estadounidenses mientras que a la vez establece fuertes lazos con el régimen chino. En Libia el gobierno de transición no ha podido pacificar al país, ni cumplir  sus compromisos de una nueva constitución y un régimen democrático. 

Posiblemente sean estos dos procesos en específico los que preocupan a Occidente para el caso de Siria post-Bashar, caso que se agravaría ya que Siria saldría de un proceso largamente sangriento que ha acentuado las diferencias ideológicas-religiosas, así como por su ubicación geográfica que la coloca tanto en los límites de las áreas de influencia de la UE y OTAN como en medio de una zona conflictiva entre Israel, Irán y Líbano, en la que en la que se había mantenido neutral en los últimos 20 años.  

Hasta el momento, he escrito bajo el supuesto de que el régimen será derrocado, pero a dos años de iniciado el conflicto ¿es ésta afirmación tan segura como lo era hace 1 año, por ejemplo?

Aun cuando política, militar y económicamente el gobierno de Bhasar Al-Assad ha sido asilado por la comunidad internacional, su poder al interior de Siria no ha sido mermado sustancialmente. En dos años de conflicto, por ejemplo, la Coalición Nacional Siria no ha logrado afianzarse del poder siquiera en alguna región del país. 

Si el derrocamiento no se ha dado, no ha sido por falta de condiciones, mucho menos de recursos económico que ampliamente les han otorgado a los opositores países como Estados Unidos, Francia y Reino Unido, sino por la misma división, y por ende desorganización, que prevalece al interior de un movimiento tan heterogéneo como lo es la Coalición Nacional Siria. Diferencias que, por cierto, se acentuaron en el momento en que el apoyo económico inicio, y cuando su triunfo sobre el régimen era más que seguro. 

La OTAN se encuentra en una disyuntiva, con diversos escenarios en las que puede perder más que ganar. 

El primero es mantener la postura de apoyo a los opositores con la esperanza de que se logren organizar y derrocar al régimen aún con las posibles consecuencias anteriormente vistas, pero también, con la posibilidad de que no se pongan de acuerdo provocando una guerra civil permanente que desencadene conflictos de esa naturaleza en la región. 

El segundo escenario es retirar paulatinamente el apoyo a los opositores dejando de lado la vía armada, para centrarse en una guerra política-económica a largo plazo donde se apueste al bloqueo del régimen tal como lo ésta haciendo con  Corea, Irán y Cuba y en que  en su momento lo hizo Libia e Irak. 
El tercer escenario, y muy probablemente el menos deseado por la OTAN, es una intervención militar en Siria para derrocar a Al-Assad y a la vez posicionar en el poder al ala liberal y pro-occidental de la Coalición Opositora aunque la paz no quede garantizada como sucedió en Afganistán e Irak, y con la alta probabilidad de provocar una reacción violenta por parte de Irán y Rusia, principalmente. 

Sea cual sea el futuro, no se puede negar que hoy por hoy, el régimen de Bhasar Al-Assad se mantiene firme en el poder más allá de la sangre, muertos, dinero y tiempo que ha costado este conflicto.



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