Supongamos que ocurren cosas desagradables. Supongamos que la sequía y el caloron que acabamos de pasar se prolongan, no dos semanas, ni dos meses como nos anunciaron, sino 3 años. Las consecuencias hubieran sido verdaderamente catastróficas. Muchos hubieran muerto de sed, porque es de suponer que las autoridades estarían dispuestas a gastar hasta el ultimo litro de agua antes de avisar que se esta acabando.
Pero los más listos hubieran emprendido un movimiento migratorio nunca visto en la edad moderna. Algunas familias del Distrito Federal se hubieran ido a Suiza, a cuidar sus cuentas; otros se hubieran ido a dar clases de español a Estados Unidos, y otros, los mas, hubieran ido a formar una nueva ciudad Neza a orillas del lago Chapala, sin darse cuenta de que también este iba a secándose.
Pero los más listos hubieran emprendido un movimiento migratorio nunca visto en la edad moderna. Algunas familias del Distrito Federal se hubieran ido a Suiza, a cuidar sus cuentas; otros se hubieran ido a dar clases de español a Estados Unidos, y otros, los mas, hubieran ido a formar una nueva ciudad Neza a orillas del lago Chapala, sin darse cuenta de que también este iba a secándose.
Cuando esto ocurriera, el resto de la población del país cruzara la frontera del norte en masa y se establecerá en los estados de Texas y Nuevo México en condiciones de vida que harían sonreír a las panteras negras. Esto hubiera marcado el fin de la cultura mexicana, de los que no hubiera quedado mas que vestigios insignificantes y aislados, como son la aparición, en Suiza, del cultivo de chiles serranos en macetas, la fabricación de carnitas en el sur de Estados Unidos y la invención, por un sabio polaco radicado en Miniápolis, del tequila sintético.
El impacto que México a logrado en el ámbito internacional, desaparecería en dos o tres generaciónes, pasadas las cuales los sombreros de charro, las cajitas de olinana y los sarapes de saltillo desperdigados en el mundo, dejarían de ser un recuerdo de México y se convertirían en “la cosa esa que trajo mi abuela de quien sabe donde”.
En ese momento la civilización mexicana habría dejado de existir y estaría lista para ser descubierta nuevamente.
Los informes de los arqueólogos del siglo XXII dirían lo siguiente:
“el valle de Schroeder (así se llamaría el Valle de México en honor a su descubridor) estuvo habitado a mediados del siglo XX por una raza que logro desarrollar una cultura muy adelantada y de una exquisitez tremenda. Se desplazaban el Volkswagen, usaban utensilios de plastico y lograron producir radios de transistores que son replica exacta de los que en esa época se fabricaban en Japón. Eran adoradores de la piedra, como lo demuestra el hecho de que la casta sacerdotal, que era dominante, hayan construido sus casas en un pedregal y las hayan rodeado de altares de cinco metros de alto, sin ningún adorno. Los esclavos Vivian en jaulas de concreto, de las que no quedan mas que vestigios “
“al sur de la ciudad, en un lugar llamado CU, se encuentra un conjunto

“la torre de la luna tiene una arquitectura mas sobria, pero no menos dramática. En su exterior hay un mural que representa algo que parece un lápiz en perspectiva, y que probablemente era

“De CU parte una gran avenida que une a la ciudad sacerdotal

“hay que advertir que toda la ciudad estaba socavada para formar pasadizos secretos, que sirvieron indudablemente a los sacerdotes para comunicarse entre si, o, quizás, para ir a visitar monjas sin que nadie los viera”
Jorge ibargüengoitia, 1970
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