marzo 22, 2009

La tranquilidad del Respeto


nota: (cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia)


Escrito por: Jose Octavio Camelo


Junto al río vive Bernabé. Allí construyo su fortaleza, una extensión territorial amurallada con unas casas habitación al fondo y un esplendoroso jardín al frente. Allí organiza las juntas con sus socios y empleados, reuniones que adoptan la forma de verdaderos festines, su fortuna es muy grande.

Dicen que es uno de los hombres mas acaudalados del pueblo. No son pocos los vecinos que lo llaman "Don". Y más de uno de ellos asevera que su riqueza es producto del despojo. Cierto día al pasar frente a la entrada de la mansión, una madre le informo a su hijo de escasos 15 años de edad que quedaron en la miseria porque Don Bernabé hizo quebrar el negocio de su padre. El joven adolescente sintió una descarga eléctrica en su cuerpo y dijo para sus adentros: “cuanta miseria humana e impunidad hay en este pueblo”. Y tras ese pensamiento hace una pregunta: “Mama ¿hasta cuando el gobierno dejara hacer a los “Dones” lo que quieran en perjuicio de los que menos tienen?” Y la respuesta fue contundente: “Hasta que el pueblo quiera”.

El río, arropado por la ciudad, se convirtió en el lecho de lamentaciones y de las opiniones adversas a Bernabé. Por su cause no solo corría agua, sino también la amargura y la desesperanza de la gente del pueblo por las acciones del “Don”. Las voces que se escuchaban cada vez eran más sonoras y radicales. “Llegue a viejo sumido en la miseria”, dijo un adulto mayor de la tercera edad, “mi pequeño patrimonio se la antojo a Don Bernabé y me lo arrebato. Es el un hombre muy poderoso”. En otra ocasión un joven trabajador refiere su condición de empleado: “trabajo como los antiguos esclavos africanos, nada mas por la comida. Las empresas del Don me tienen privado de mi libertad y solo me pagan el equivalente a los alimentos básicos para no morirme de hambre”. Las mujeres se quejando los socios de Bernabé que únicamente las conciben como “objeto de uso”.

Al ver la indiferencia del gobierno ante las arbitriaridades e irrespetuosidades de Bernabé, y ante la lentitud de la respuesta del pueblo, el espíritu del río estuvo buscando por varios días la forma de solidarizarse con aquellos que habían sido preso de amargura y desesperanza. Y una obscura noche acopio tanta agua como fuese necesario para asaltar el cause e invadir la fortaleza de Don Bernabé. Preso del coraje por todo lo que había escuchado, el espíritu del dio descargo su furia a través de las turbulentas aguas y derribo los muros, destrozó el jardín y daño severamente las casas habitación de la mansión del Don. Los afectados por Bernabé vieron con beneplácito los destrozos hechos por las aguas del río y sintieron que la naturaleza les estaba haciendo justicia y a la vez les estaba dando una lección a aquel que no tuvo respeto por los demás.



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